La chica de los dulces

Como cada mañana, igual que cada día veía a aquella niña con una bolsita de dulces, solía vestir vestidos muy coloridos y con sus dos trenzas rubias alegraba a todos los que se cruzaba.

Hoy, la niña iba de rosa, llevaba un vestido corto con algunos volantes blancos y en el extremo de sus trenzas dos perfectos lazos. Cuando paso por mi lado me sonrió, una sonrisa esplendida, llena de amor que de normal a una vagabunda no le suelen mostrar. Sus ojos verdes como esmeraldas me hacían feliz cada día, con la ilusión de que algún día pudiese dejar de sentarme en esa esquina y estuviese en una casa como todo el mundo.Todos los días durante un mes la veía pasar delante mía, todos los días con la bolsita de dulces en la mano. Un día se acerco a mi y sobre mi cesta de dinero dejo un dulce. Se lo agradecí fuertemente, la niña, me había dado lo único que tenía. A partir de entonces cada día me daba un dulce, cada día me alegraba un poco más la mañana, hasta que dejo de venir. Durante más de una semana, solo la esperaba a ella esperaba que llegase y con su perfecta sonrisa y su colorido traje me diese un dulce, pero nunca venía. A finales de semana, la vi, a lo lejos iba vestida de negro, llevaba el pelo suelto en la cara y había cogido el camino largo. No andaba como de normal, parecía que cada paso le doliese un poco más que el anterior. No soporte verla así y me levante rápidamente a donde estaba ella, cuando estaba apunto de tocarle el hombro me di cuenta de que un hombre iba a su lado, que me miraba mal ,cuando la conseguí rozar me pego fuertemente dejándome en el suelo, la niña se percato y se giro, tenía toda la cara llena de moratones y arañazos sus preciosos ojos estaban llorosos. ¿Que habría pasado?, el hombre siguió pegándome lleno de rabia.

-Papa no le hagas eso,¡no le pegues!- La niña parecía tremenda mente preocupada. La gente que pasaba ni se inmutaba ya que solo era una pobre vagabunda.

Cuando al final su padre dejo de pegarme, me escupió y me dijo una cosa antes de que perdiese el conocimiento para siempre.

-¡No toques nunca a mi niña!